Aprender a discutir
“La mayoría de discusiones solo sirven para amplificar los malentendidos”, dijo el escritor André Gide. Lamentablemente es así. Generalmente las discusiones no llevan a buen puerto ni a entenderse mejor.
Al contrario, suelen generar enojo y un mayor distanciamiento entre las personas. Discutir deja de ser una forma de encontrar alternativas frente a las diferencias y se convierte en una batalla entre dos o más personas. Lo único que importa es ver quién gana. De esta manera se pierde de vista el verdadero objetivo de una discusión que debería ser intentar armar puentes que nos permitan entendernos y no destruir por completo al otro.
¿Es posible hacer de una discusión una fuente de soluciones? ¿Es posible discutir, intercambiar ideas y opiniones respetando las ideas del otro y tratando de encontrar puntos en común?
Discutir es un arte que se puede aprender.
Discutir es un arte que se puede aprender.
Bajo la falsa idea de que la persona que más grita es quien tiene razón las discusiones pierden todo su sentido. Habitualmente cada quien trata de imponer su punto de vista, y, para hacerlo.
Suele ir levantando la voz, hasta terminar a los gritos. Obviamente esto no contribuye a encontrar un acuerdo o solución, por lo contrario, agudiza el problema existente.
Es normal tener puntos de vista distintos sobre las cosas y disentir en muchos asuntos. La cuestión es qué se hace con esas diferencias. Discutir debería ser una forma de intercambiar ideas, emociones, pensamientos. Discutir debería ser una forma de conocer y dar a conocer lo que cada uno piensa y, una vez establecidas las diferencias, buscar untos de acuerdo.
Esto resulta especialmente difícil con la pareja.
Muchos de especialistas opinan que las batallas conyugales guardan siempre una relación con el poder. Lo que se pretende en una discusión no es llegar a acuerdos o entender las diferencias sino dominar al otro. Se trata de un ejercicio de poder. Se discute para establecer quién manda en la pareja. El tema de discusión puede ser cualquiera, en el fondo lo que se discute es quién tiene el poder.
Muchos de especialistas opinan que las batallas conyugales guardan siempre una relación con el poder. Lo que se pretende en una discusión no es llegar a acuerdos o entender las diferencias sino dominar al otro. Se trata de un ejercicio de poder. Se discute para establecer quién manda en la pareja. El tema de discusión puede ser cualquiera, en el fondo lo que se discute es quién tiene el poder.
Pocas veces se discute para entender al otro y acercar posiciones. Las discusiones en la pareja se suelen convertir en peleas en las que se utilizan técnicas emocionales para vencer al enemigo. El otro se convierte en un enemigo al que hay que derrotar. Se trata de una demostración de fuerza y se suprime así toda posibilidad de entendimiento.
Las heridas que se abren en una discusión pueden tardar mucho en cicatrizar. Muchas veces durante una discusión se dicen cosas insultantes que luego son difíciles de reparar. Con el tiempo las discusiones y la violencia que generan pueden provocar una ruptura en la relación. Cuando hablamos de violencia en las relaciones humanas, hay que tener en cuenta que las agresiones verbales son muy peligrosas porque ponen en peligro nuestra autoestima y nuestra salud mental.
Otra forma de agresión que se suele utilizar en las discusiones es el silencio punitivo. El silencio usado como castigo es tan doloroso y violento como los gritos. Muchas personas ante una discusión dejan de dirigirle la palabra a su pareja. La someten a la “guerra fría”: el silencio y la indiferencia. Esta forma de violencia sólo consigue aumentar las diferencias y la distancia entre ambos.
¿Es posible no dejarse llevar por las emociones como el enojo y la ira y discutir sin lastimar al otro? Sin duda es difícil y exige un gran entrenamiento. Pero es posible. Y vale la pena hacer el intento.
Algunas recomendaciones a la hora de discutir:
1. Señale el hecho que está mal, en vez de descalificar a la persona.
2. Escuche en vez de interrumpir.
3. Pida aquello que le gustaría que sucediera, en vez de exigirlo.
4. Respete la opinión del otro, en vez de ironizar sobre ella.
5. Pregúntele lo que siente y le motiva, en vez de interpretarlo a su manera.
6. Acepte sus propios errores, en vez de centrarse en los errores del otro.
7. Reconozca lo que el otro hace bien, en lugar de centrarse en sus equivocaciones.
8. Discuta sobre un conflicto actual, en vez de sacar conflictos viejos.
9. Calle aquello que puede herir. No utilice las palabras como armas.
10. Hable en vez de gritar.
11. Exprese sus ideas con claridad.
12. Tómese tiempo para entender el punto de vista del otro.
13. Recuerde que el objetivo de la discusión es encontrar acuerdos.
1. Señale el hecho que está mal, en vez de descalificar a la persona.
2. Escuche en vez de interrumpir.
3. Pida aquello que le gustaría que sucediera, en vez de exigirlo.
4. Respete la opinión del otro, en vez de ironizar sobre ella.
5. Pregúntele lo que siente y le motiva, en vez de interpretarlo a su manera.
6. Acepte sus propios errores, en vez de centrarse en los errores del otro.
7. Reconozca lo que el otro hace bien, en lugar de centrarse en sus equivocaciones.
8. Discuta sobre un conflicto actual, en vez de sacar conflictos viejos.
9. Calle aquello que puede herir. No utilice las palabras como armas.
10. Hable en vez de gritar.
11. Exprese sus ideas con claridad.
12. Tómese tiempo para entender el punto de vista del otro.
13. Recuerde que el objetivo de la discusión es encontrar acuerdos.
Frase de la semana
“El objeto de toda discusión no debe ser el triunfo, sino el progreso”
Joseph Joubert
“El objeto de toda discusión no debe ser el triunfo, sino el progreso”
Joseph Joubert
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